La primera impresión

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La primera impresión

Lo solemos escuchar habitualmente, las primeras impresiones son fundamentales. Lo son en una entrevista de trabajo o a la hora de conocer a una potencial pareja. La primera impresión es esencial porque somos conscientes de que a partir de ese impacto inicial, los otros se forman una imagen sobre cómo somos, elaborando una teoría que mediará las relaciones que establecemos a partir de ese momento.

De hecho, la primera impresión no es más que un conjunto de atribuciones rápidas (e inconscientes muchas veces) de rasgos de personalidad de alguien, basando esa impresión en unos pocos elementos representativos. La cuestión es que muchas veces esas atribuciones fallan o están mediatizadas por opiniones de terceros. Todos, en alguna ocasión, hemos cambiado de opinión tras conocer a alguien durante un tiempo.

Esas primeras impresiones ocurren a cada instante. A los pocos segundos de conocer a otra persona, incluso sin haber intercambiado una sola palabra, ya estamos creando una teoría sobre cómo es. Lo más curioso es que esa primera impresión se crea básicamente a través de pistas puramente visuales, especialmente de la información recogida en el rostro. Las señales faciales son las más valiosas porque ofrecen mucha información emocional que nos pueden ayudar a relacionarnos.

Muchas veces también ocurre que cuando nos presentan a alguien con características físicas similares a personas que ya conocemos, tendemos a atribuirle rasgos similares. Si, por ejemplo, se parece a alguien que nos cae muy bien, tenderemos de un modo natural a tener una actitud mucho más abierta con esa persona que acabamos de conocer.

¿Y todo esto por qué? Lo cierto es que la primera impresión es un mecanismo muy útil que nos ha ayudado a guiarnos y saber cómo comportarnos incluso sin tener apenas datos. Es, por tanto, un mecanismo de supervivencia. Algo práctico en nuestra evolución como especie y una forma de señalización básica que nos impulsa a acercarnos o alejarnos si consideramos que pueden ser potencialmente peligrosos.

La realidad es que no podemos evitar poner en práctica este mecanismo, ya que surge de un modo automático. De todas formas, sí es importante ser consciente de su existencia y del modo en que puede extender estereotipos o ideas prefijadas poco realistas.

 

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